lunes, 8 de septiembre de 2008

DIEZ – Langosta a tope






La cama era genial, la de Lucas no. Bajamos a desayunar al boufet, en bañador. Mar, piscina, mar, piscina, partida en ajedrez gigantes, más piscina, ducha en la habitación, maletas y carretera de los topes (badenes). Tardamos casi 4 horas en 250 kilómetros cruzando extensísimos palmerales y con el Pacífico siempre a la derecha (olas que nos hicieron hablar de Fer y de lo mucho que le gustaría esto).
Llegamos a ACAPULCO y entramos a La Quebrada, pero no había clavadistas (ya que lo hacen a horas concretas para no romperse la crisma). Fuimos hasta el hotel Fiesta Americana y bajamos a comer a un chiringuito de la playa. Empezó a llover y no ha parado hasta que hemos llegado a México a las 11 de la noche. En la playa del Acapulco comimos muy bien, más langostinos, esta vez empanados, carne asada y como plato estelar que nos ha hecho enloquecer, una enorme langosta. Hemos comido con tantas ansias que Lucas se ha clavado las defensas de la langosta en dedos, lengua y paladar. Lluvia durante todo el camino que como nota peculiar destacaré que casi nos matamos saltando por encima de una isleta y esquivando un caballo muerto en mitad de la autopista.
No sé ni cómo soy capaz de escribir esto ahora porque estoy agoooooooootado.

NOTAS DESORDENADAS
*En la carretera de los topos se nos cruzó un mini rebaño de cerdos.
*Una india vieja me llamó güerito.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una experiencia inolvidable sin duda, te deseo lo mejor.
Seguro que tal y como comentas la vida te seguirá sonriendo, todo depende del color del cristal con que se mire.
Mil besos cielo, disfruta y toma buena nota de todo.

Anónimo dijo...

si la miras a través de las gafas de lennon la verás amarilla... jajajaja

muroz dijo...

gracias tronquita fly! es lo que hay, no lo voy a tirar por la borda... estoy al 100%

y tú ¡!, ¿te has fumado un porro?